miércoles, 20 de diciembre de 2006

Fin de año

Acaba el año Mozart y decido escuchar algo suyo, aunque sea enlatado. Pongo un vinilo de la serie Great Performances de CBS, con las sinfonías 40 y 41, por la Orquesta de Cleveland y Szell dirigiendo. Me gusta sobre todo la interpretación de la excelente 41, con ese final contrapuntístico y la coda en fugato, realmente espléndida. Es la misma obra que cerró el programa del pasado fin de semana de la ONE dirigida por Pons, y que no escuché porque ya estaba un poco saturado de conciertos (cuatro en dos días). También consigo algunas sinfonías mozartianas en versión de Josef Krips dirigiendo a la Orquesta del Concertgebouw (Philips), grabaciones de referencia, sobre todo las de las sinfonías 25 a 29.

Frente a esta magia imperecedera, La música del diablo de Miguel Ángel Prieto insiste en lo mismo de siempre, las leyendas urbanas del rock, ésas que todos conocen y que se asocian con la parte demoníaca de una música que nació del espíritu de lucha negro y que acabó bailando en la misma pista de hollín, todos en el mismo barco que naufraga. Una música ya inocua. Calamaro, otro que dice jugó con los tópicos--el infierno quedó atrás, ahora vive de las rentas; pero aquí no puede haber vida sana ni nada creativo.



Hao-Fu Zhang, y su obra para cuarteto y clarinete: los cuartetos nº 2 y 3, y el Quinteto para clarinete, con el Cuarteto Danel (Cypres): si el nº 2 es un sentido homenaje a Edison Denísov, el nº 3 presenta influencias claramente del folklore chino, mientras que en el quinteto hay ecos maravillosos de Messiaen y su Cuarteto para el fin de los tiempos. Música difícil, pero que juega con la tradición sabiamente, y que necesita más de una escucha.

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