miércoles, 20 de diciembre de 2006

La radio al día



No podría contar mis días sin la presencia amable y amiga de la radio. Como hace meses que no veo la tele, dedico un tiempo precioso a escuchar la radio, Radio 1 y Radio Clásica, de RNE. El día 11 todos los diarios traían en portada la noticia más esperada, la muerte del dictador terrible, uno de los más siniestros del siglo XX, que no estuvo corto de ellos. Murió sin juzgar, y eso del juicio de la historia sirve de poco a las muchas víctimas por todo el cono sur. Marcos Roigman estuvo en La Plaza, de Beatriz Pécker, y dijo algunas cosas muy claras, hasta el punto de que la dicharachera presentadora se quedó casi sin palabras (es lo que pasa cuando de repente se pasa de lo banal a lo que realmente importa). Dijo este profesor que lo que ahora tenemos es un social-conformismo, y que lo que sería deseable es una defensa de la auténtica democracia, un tomar partido por la dignidad humana. Parece mentira que sea tan difícil escuchar palabras en el espíritu querido de Hannah Arendt.

Blas de Otero y la poesía social, la más cercana, la más necesaria entonces, frente a la poesía blandengue, también inocua, de hoy día (la poesía de estos tiempos conformistas, esteticistas). Documentos RNE es mi programa favorito de los fines de semana, junto al de Pierre Eli Mamou.

En la noche suena Art Pepper y su cuarteto, agosto de 1981, en la sala Maiden Voyage de L. A. Una música que es apta para ese momento del día, cuando el sueño está cerca, y los ángeles nos han abandonado, sólo hay mujeres extrañas en la puerta de un bar, en una esquina de mala muerte. En la música de nadie, una invitación a la oscuridad, un viaje a la posmodernidad cansada, el mundo de la mente. Hay unos seres que se desplazan por la soledad, es de noche y hay un piano raro, como la música de Milton Babbitt, sus solos y duetos, ese virtuosismo que sabe que hay muchas posibilidades abiertas. Morton Feldman es ese monstruo nocturno que sabe que el sonido no se acaba nunca, se transforma casi de manera invisible, es una copa rota en la acera, es una meditación sobre nada, sobre la nada.

Me voy a la cama con esta frase: Los libros, aunque los tomamos por consuelo, sólo añaden profundidad a nuestra desdicha. Está en Me llamo Rojo de Orhan Pamuk, Alfaguara, 2003, p. 465.

1 comentario:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Es verdad lo que dice Pamuk.

Por eso, de golpe vien la tristeza...y pasa. Como un ráfaga.