miércoles, 24 de enero de 2007

Show Time



Si arte es todo lo que se puede comprar y vender, entonces la vida es un gran mercado en donde quien triunfa es el que más vende y el que tiene más dinero para comprar. Las obras de arte de la sociedad del consumo tienen esta banalidad de Julian Opie, y su esquema es muy sencillo: chicas que se desvisten, como si estuvieran en un pase de modelos, en una pasarela virtual, en Second Life, en el cuartillo de atrás, y el chulo le dice que le dé el sesenta por ciento y ella dice que no, y él dice que se la chupe, y Keira mueve las cejas y entorna los ojos, y hay gente alrededor que lo graba todo con la cámara de su móvil, que también sirve para grabar cómo el ciudadano sueco sale corriendo tras el moro ladrón que le ha robado el dinero del cajero que acaba de sacar y acaba cayendo para morir al instante y le echan una sábana encima porque es ya cadáver, y todo es para ser visto por las minipantallas, luego por las grandes pantallas de LCD. Y en el CAC me paso de una sala a otra como resbalando, y de Opie, que es opio para las masas, con ese neón y esas luces y esa insoportable banalidad pop, con sus modelos wendolinas y sus rockeros drogadictos y sus niñatas bien; y me paso a la otra sala en donde una suiza secreta, Caro Niederer, expone sus cuadros, en tonos sepia, como venidos de otro tiempo, de la vieja fotografía, y luego de sus viajes en playas lejanas nos muestra en fotos hermosas y algo frías el discreto encanto de los interiores de su casa, tal vez sus casas, en donde junto a muebles de diseño del siglo XX están las naturalezas muertas que son sus propios cuadros, y me fijo en una espectadora que posee un culo perfecto y que va bien vestida y de momento sola. Y esta intimidad dura poco porque enseguida noto un revuelo y es que la gente, ¡mucha, las masas del viernes tarde!, está toda en la sala del final, viendo, es decir, grabando con los móviles, al tipo inglés que la va de Superman, que está colgado apoyándose sólo con un brazo en un muro, el resto cuelga en el aire a tres metros del suelo su cabeza. Y me voy porque todo es muy banal, y busco algún libro que no duela, y el frío, dicen, será de invierno, por fin.

1 comentario:

En el fotograma dijo...

Esa distancia para observar todo como en un caleidoscopio: distancia, hosquedad, algo sarcástico, dicho limpiamente...

A esa distancia me acerco.